Un tiempo en este lugar, obstinada tranquilidad, como si nada hubiera pasado, esos pasillos silenciosos.
Los huesos fríos como témpanos mañaneros…, la mano lleva el alimento a mi boca, los labios me sonreían, pero no alcanzo a mirar sus ojos, testigo de un largo silencio, ese lugar de silencio, nadie podría sospechar, a veces perdida me sacaban temblando como si hubiera tenido al diablo sobre mi… rasgaron mis ropas y me sometieron al calor involuntario del cuerpo, sin mi permiso, resistía, las pupilas dilatadas, colgándome de su cuello. Un estado de inconsciencia, dormir, dormir, lo único que quería era dormir -vida involuntaria- no me dejaron desnuda, cubrieron mis pezones y mis dedos, pero yo quería quedarme desnuda, en aquella contorsión de mi vientre y mis piernas, quería seguir sintiendo hielo, en mis muslos, dentro mío, de alguna manera tenia que acallar-lo, silenciarme el interior que no paraba de gritarme…”mejor así”!
A la mano que me llevaba la comida a la boca: solo quería estar desnuda unos minutos, solo cinco o siete minutos, serian suficientes, nadie podría deshelarme luego, quedaría transparente, venas congeladas, labios morados, dedos tiesos, lengua inerte: solo hielo, terminaría todo de una vez, pero insistían en alimentarme y darme abrigo, mas dinero?, tengo el dinero, lo tengo aquí, solo haz como si no pasara nada: suelta mis manos, cierra la puerta… yo hago el resto.
Maria Antonia Segarra
