Es cierto que me quede desnuda ante tu espejo de madera
Es cierto que moje hasta mi cuello sin ahogar la cebra
Es cierto que me fui deshaciendo en pequeños trozos de cualquier cosa
Es cierto que solo fui odalisca sin birrete
Títulos sin procedencias ni orgullos
Tonterías de ilusionismos formados de neblina
Hogares llenos de voces vacías y ocultas
De paredes invisibles y recamaras muy grandes sobre el mar
Es cierto que me deje llenar de vacío sin nuevas referencias:
Ciega de sombra y con luz enfrente
Quizás pase a ser como la historia de la perdida:
Que se encuentra cada tanto a pesar de su encanto por quedarse perdida
Una ráfaga fugaz de lienzo
Cuantas cosas fueron ciertas, maestro
Perdida la pupila, al viento la enseñanza
De nada sirvió esculpir con cuidado la imagen del arte
La pintura de lo que no se ve
Los colores de lo que no se sabe
El arte ajeno en manos ajenas
Inundado el placer y corriendo por las calles
Agua desbocada de tanto…
Y la ráfaga de viento hizo caer el lladro
Y fue cayendo hasta hacerse añicos contra el suelo
En su viaje lento, perdiendo sus formas:
Su elegancia, el brillo de sus ribetes en oro, el azul de la ternura.
Una muerte cada espacio desigual.
La muerte de clavos y cruces
La muerte de sonrisas torcidas y malos augurios